Por: Alex Aragón/@alex_aragon07
Los dirigentes deportivos pueden ser tanto salvadores como los mismos perpetradores del mal que aqueja, no sólo al básquetbol, sino a la interminable lista de disciplinas deportivas practicadas en México. Hace casi ocho años que en un esfuerzo por reconocer al deporte femenil, se creó una liga que sigue abriendo espacios a adolescentes y profesionistas; hablo de la LMBPF, que aún con el “desapego” que sufrió de la LNBP se mantuvo fuerte para poder llegar a este 2021.
Con todo esto, uno podría pensar que las malas praxis en el ámbito de la Liga no existirían, pues, estamos hablando de una liga que le ha servido a al menos una camada de mexicanas para emigrar a tierras extranjeras, pero, la realidad, es que, al menos, en ésta campaña, están dejando que desear respecto a la situación que aqueja a Daniela Soto, pero sobretodo, a Michelle Pardo.
La jugadora, quien no sólo atraviesa una delicada situación respecto a su salud, enfrenta un bloqueo de la liga, que, supuestamente, argumenta su status de “jugadora protegida” por parte de las Escaramuzas de Jalisco para no dejarla formar parte de otro equipo, pues el reglamento estipula que sólo dos jugadoras protegidas pueden ser parte de otro equipo, ésto, es sólo un supuesto, como lo mencioné, pues la Liga no tiene por ninguna parte ni un Reglamento de juego ni un Reglamento de Transfers de manera pública.
¿Qué es una jugadora protegida? El status de tal mote, conlleva un mútuo acuerdo entre la atleta y el equipo, por el tiempo que estipula su contrato, lo que hace pensar que hay una mejor paga y mejores tratos, sin embargo, una vez finalizado este período contractual la atleta pasa a ser “agente libre”, por lo que puede buscar otro equipo, y de igual manera, el conjunto pasa a entregar una lista a la Dirección de la Liga para procedimientos protocolarios. Si una “jugadora protegida” es comprada por otro equipo, será el equipo quien deba pagar una suma de $3,000 MXN a la liga, con un límite de dos jugadoras protegidas por compra, por lo que, parece no haber un tope respecto a cuántas jugadoras pueden adquirir tal status pero sí uno para “transfers” entre equipos, pues, la liga busca el desarrollo de talentos; recuerden que, todo esto, es un supuesto.
Hasta ahí, todo bien, pero, los casos de Soto y Pardo, brincan a la luz, cuando se les argumenta un bloqueo por su status como jugadoras protegidas de Escaramuzas de Jalisco, pues, AZTKS compró ya al máximo de jugadoras protegidas permitidas, siendo éstas, Yayma Boulet y Diana Armas, por lo que, ni Soto ni Pardo pueden jugar con AZTKS.
Se dice que Soto tiene las puertas abiertas en “Muzas” pero del otro lado, Pardo, por su condición de salud, no desea abandonar al conjunto de Tlalnepantla, puesto que sus traslados hacia el hospital son de más cercanía y de menor costo, además de contar con autorización de sus doctores para poder jugar. La “realidad”, así entre comillas, es que ni Soto ni Pardo tienen una obligación contractual con las Muzas, pues toda vez terminada la liga por la pandemia, ambas adquirieron la “agencia libre”, por lo que, buscaron regresar al conjunto donde debutaron.
¿Pacto de caballeros? Éste servidor buscó establecer contacto con el Director de la Liga, Jesús López Silva, para preguntar sobre los Reglamentos pertinentes a la situación pero su apretada agenda no ha podido esclarecer el panorama.
¿Qué hace a una liga grandiosa? Su transparencia, no sólo con el público, sino con los jugadores, los equipos, los árbitros, los medios de prensa y todo aquel interesado en una liga deportiva, en este caso, la LMBPF está lejos de tal status estoico, pues si bien, sigue desarrollando grandes talentos en las duelas, también está perpetuando un esquema irracional con las dos jugadoras mexicanas y hacer éste tipo de cosas sólo refleja que detrás de eso sólo existe interés y negocio. La LMBPF sí es un negocio pero debe serlo de tal forma que no replique los errores que existen en ligas como la LNBP, sino una liga que permita a sus jugadoras trabajar por el reconocimiento, el respeto y, sobretodo, una mejor conciencia social sobre el básquetbol profesional femenil en México.
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